En el Antiguo Testamento
Jurar es afirmar como verdadero bajo juramento. Aquellos que sirven a Dios en espíritu y en verdad no se permitirán malas palabras o lenguaje descuidado. El tercer mandamiento dice: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7). Los hijos de Dios evitarán cualquier uso irreverente o innecesario de Su santo nombre al jurar. Mentir bajo juramento se considera un delito muy grave, porque pervierte la justicia y, por lo tanto, merece el castigo divino (Mateo 5: 33-37).
El Señor claramente instruyó, “Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová” (Levítico 19:12). Este mandato no se refiere a jurar ante un tribunal, sino a jurar en falso. El hombre sabio dijo: “Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios” (Proverbios 4:24).
David escribió que el jurar casual es el lenguaje de los malvados (Salmo 10: 7). Las palabras de enojo muestran que el orgullo y la obstinación llenan el corazón. Los hijos de Dios deben poner vigilia en sus labios (Salmos 141: 3). Deben buscar al Señor para que les limpie la lengua (Salmos 101: 5; Proverbios 6:12).
En el Nuevo Testamento
Acerca de jurar, Cristo comentó: Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:33-37). En este pasaje, Cristo se refiere, no al solemne juramento judicial (Mateo 26:64), sino a los juramentos que eran comunes entre los judíos. Porque Cristo mismo respondió bajo juramento ante Caifás (Mateo 26:63, 64). Asimismo, Pablo invocaba repetidamente a Dios como testigo de que lo que decía era verdad (2 Corintios 1:23; 11:31; 1 Tesalonicenses 5:27).
Cristo enseñó: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). También agregó, “lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (Mateo 15:11). Por lo tanto, Cristo advirtió que de “toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36, 37).
Movido por este mismo principio, el apóstol Pablo enseñó a los colosenses: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8). Las groserías, las blasfemias y las conversaciones obscenas no tienen cabida en la vida del cristiano. Son señales de un corazón inconverso. Por tanto, Pablo exhortó a los creyentes, “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29). Y los amonestó, “Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias” (Efesios 5:4).
Además, el apóstol Santiago reiteró la misma verdad acerca de los juramentos: “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Santiago 5:12). Y afirmó que la lengua es el miembro más difícil de controlar (Santiago 3: 1-12). Solo la pureza de mente y una estrecha vigilancia sobre la lengua eventualmente dominarán la maldad de la lengua.
Las malas palabras y el habla no santificada muestran una mente todavía llena de intereses terrenales. Pero el que refrena su lengua y no ofende de palabra, “éste es varón perfecto” (Santiago 3:2). Entonces, concluyó Santiago, “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26).
Hay esperanza para aquellos que comúnmente se sienten tentados a jurar. Mediante el poder de Dios, pueden vencer los pecados de la lengua. Y pueden ser purificados por el Espíritu Santo para reflejar el carácter de su Creador. “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).
En Su servicio,
BibleAsk Team