Con respecto a Jacob y Esaú, la Biblia dice: “Y los hijos luchaban dentro de ella (Rebeca); y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor. Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz” (Génesis 25:22-26).
Isaac y Rebeca habían estado casados por 19 años (Génesis 25:20, 26), y todavía no tenían hijos. Entonces, Isaac oró porque decidió confiar en Dios en lugar de confiar en sus propios caminos, como lo había hecho Abraham (Génesis 16:3). El Señor contestó su oración y Rebeca quedó embarazada. Pero experimentó complicaciones y se volvió temerosa. Entonces, ella buscó al Señor por una explicación.
El Señor le reveló a Rebeca que tendría mellizos y cuál sería su futuro. Parecía que ya luchaban por la supremacía en su matriz. La percepción de Dios sobre el carácter de Esaú y Jacob y Su previsión sobre el futuro de ellos hizo posible Su selección de Jacob como heredero de la primogenitura y progenitor de Cristo incluso antes de su nacimiento (Romanos 8:29; 9:10–14).
El primer tenía vello corporal excesivo, conocido médicamente como hipertricosis, ya se notaba al nacer. Y los padres le llamaron Esaú. El segundo hijo se llamó Jacob, que es la palabra hebrea para «talón», ‘aqeb’, que significa «tomar por el talón», en sentido figurado, «engañar», lo que predijo su carácter y destino.
La predicción del ángel se cumplió en la historia posterior de los descendientes de Esaú y Jacob, los edomitas y los israelitas. Estas dos naciones hermanas eran enemigas. El rey David subyugó a los edomitas (2 Samuel 8:14; 1 Reyes 11:16), y más tarde el rey Amasías los derrotó (2 Reyes 14:7; 2 Crónicas 25:11, 12). El rey asmoneo Juan Hircano I finalmente puso fin a la independencia edomita en el año 126 a.C. cuando los obligó a aceptar el rito de la circuncisión y la ley de Moisés, y a someterse a un gobernador judío.
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