Sodoma y Gomorra eran ciudades muy malas. Y debido a su gran maldad, el Señor se dispuso a destruirlos y detener la propagación de su maldad (Génesis 18). Dios estaba dispuesto a salvar las ciudades si encontraba allí diez justos (Génesis 18:32). Pero, lamentablemente, no pudo encontrar excepto a Lot y su familia. Entonces, envió dos ángeles para advertir a Lot y su familia que huyeran de las ciudades antes de su destrucción.
El escape
Las escrituras dicen que los ángeles agarraron a Lot, a su esposa y a sus dos hijas para apresurarlos fuera de la ciudad condenada. Y los ángeles les instruyeron diciendo: “Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas” (Génesis 19:17). “No mires atrás”, fue el claro mandato de los ángeles. Lamentablemente, la esposa de Lot no llegó a la seguridad de las montañas porque “miró hacia atrás”. Y al instante ella se convirtió en estatua de sal.
La consecuencia
La esposa de Lot desobedeció el claro mandamiento del Señor. Y la razón de su desobediencia fue su amor por el mundo. Las escrituras enseñan, “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4). Amar al mundo significa amar al dios de este mundo: Satanás.
La esposa de Lot creyó el mensaje del ángel e incluso quiso ser salva. Pero ella vaciló debido a su corazón dividido. Su corazón y su vida habían estado tan encantados con las cosas mundanas y las riquezas materiales que no podía alejarse de lo que más amaba. Con la muerte pisándole los talones, dudó en irse. “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15).
Conclusión
Jesús dijo, “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Es bueno recordar la solemne advertencia de Cristo, “Acordaos de la mujer de Lot” (Lucas 17:32).
En Su servicio,
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