La Biblia habla de dos hombres que fueron trasladados al cielo sin morir: Enoc y Elías.
“Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado” (Hebreos 11:5), y “le llevó Dios” (Génesis 5:24). La traslación de Enoc fue diseñada por Dios, no solo para recompensar la piedad de un hombre piadoso, sino también para demostrar la certeza de la liberación prometida por Dios del pecado y la muerte. El recuerdo de este notable evento ha sobrevivido en la tradición judía (Eclesiásticos 44:16), en el registro cristiano (Hebreos 11:5; Judas 14) e incluso en las fábulas paganas. El Libro Judío del Jubileo dice que fue llevado al cielo, donde escribió el juicio de todos los hombres. Las leyendas árabes lo han convertido en el inventor de la escritura y la aritmética.
Acerca de Elías, la Biblia dice, “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino” (2 Reyes 2:11). Los “carros de Dios” evidentemente eran los ángeles (Salmo 68:17). Los ángeles son los mensajeros de Dios, “enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1:14). Los mensajeros celestiales y las agencias divinas están representados en diferentes formas a la vista humana y en la visión profética.
En el Nuevo Testamento, Elías apareció con Moisés en la transfiguración (Lucas 9:28–32). En este incidente, Jesús estaba dando una demostración en miniatura del reino de gloria a sus discípulos. Pedro, uno de los discípulos que estuvieron presentes en la Transfiguración, también lo entendió así (2 Pedro 1:16-18).
Hay un significado teológico detrás de la aparición de Moisés y Elías en el Monte de la Transfiguración. El evento representó la resurrección al final de los tiempos. Moisés representó a los que morirán y resucitarán e irán al cielo, mientras que Elías representó a los que irán al cielo sin experimentar la muerte.
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