Yom Kippur, también conocido como Día de la Expiación, es el día más sagrado del año para el pueblo judío. Sus temas centrales son la expiación y el arrepentimiento.
Una vez al año, en el día de la expiación, ocurría un juicio solemne en Israel (Levítico 23:27). Todos debían confesar sus pecados. Aquellos que rehusaban eran cortados para siempre del campamento de Israel (Levítico 23:29).
Se seleccionaban dos machos cabríos: uno, el macho cabrío del Señor y el otro, el chivo expiatorio, que representa a Satanás (Levítico 16:8). El macho cabrío del Señor era sacrificado y ofrecido por los pecados del pueblo (Levítico 16:9). En este día la sangre era llevada al lugar santísimo y rociada sobre y delante del propiciatorio (Levítico 16:14). Solo en este día de juicio especial entraba el sumo sacerdote al lugar santísimo para encontrarse con Dios en el propiciatorio.
La sangre rociada (que representa el sacrificio de Jesús) fue aceptada por Dios, y los pecados confesados del pueblo fueron transferidos del santuario al sumo sacerdote. Luego transfirió estos pecados confesados al chivo expiatorio, que fue llevado al desierto para perecer (Levítico 16:16, 20-22). De esta manera, el santuario fue limpiado de los pecados del pueblo, que habían sido transferidos allí por la sangre rociada delante del velo y se habían ido acumulando durante un año.
“Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos” (Hebreos 9:23).
Los servicios de ese día apuntaban a la eliminación del pecado por parte del verdadero Sumo Sacerdote en el santuario celestial. A través de Su sangre derramada aplicada a aquellos inscritos en el libro de la vida, Cristo confirmaría las decisiones de Su pueblo de servirle eternamente. El ministerio de Cristo, como el de Yom Kippur de Israel, presagiaba la expiación final que se haría por el planeta tierra. Del tipo anual del antiguo día de expiación, toda la humanidad tiene la certeza de que nuestro fiel Sumo Sacerdote, Jesús, todavía media en el cielo por Su pueblo y está listo para borrar los pecados de todos los que ejerzan fe en Su sangre derramada. La expiación final conduce al juicio final, que resuelve la cuestión del pecado en la vida de cada individuo, culminando en la vida o la muerte.
En Su servicio,
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