La letra mata
Pablo les enseñó a los Corintios diciéndoles, “el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). El apóstol les explicó que antes de su conversión, fue educado para ser ministro “de la letra”. Es decir, para guardar externamente la ley (Hechos 22:3; Filipenses 3:4-6).
Pero Dios le enseñó al apóstol cómo ser un ministro “del espíritu” de toda Su ley. El espíritu de vida en Cristo lo había liberado de esa obediencia superficial y externa de reglas (Romanos 8:2). Y en cambio, le enseñó a buscar una obediencia interna de la ley que involucra los motivos del corazón. Así, el apóstol fue llamado a abandonar la observancia hipócrita “de la letra” de la ley y cambiarla por la “del espíritu” (Romanos 8:1, 2; 2 Corintios 5:17).
El apóstol Pablo dio el mismo mensaje a la iglesia en Roma cuando escribió, “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). En este pasaje, Pablo describió la obediencia legalista de las personas que tratan de obtener la salvación por las obras de la ley.
Y corrigió sus pensamientos diciendo, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9). Es a través de la gracia de Dios, la fe y la entrega del hombre que cualquiera puede ser salvo.
La obediencia externa contra la obediencia interna
Los fariseos le dieron una obediencia superficial y vacía a Dios. Eran diligentes para diezmar “la menta y el eneldo y el comino” pero al mismo tiempo omitían “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mateo 23:23). Estos líderes religiosos magnificaron y honraron sus propias leyes del judaísmo, enumerándolas como de mayor importancia que la ley moral de Dios (Mateo 22:36). Le dieron gran importancia a las tradiciones de los hombres y a las formas externas de observancia de la ley (Marcos 7:3-13).
Religión del corazón – amor hacia Dios y hacia el prójimo
Los líderes religiosos se olvidaron casi por completo del espíritu exacto de la ley, que es una religión de corazón que consiste en el amor hacia Dios y hacia el prójimo (Mateo 22:37, 39). Este amor se traduce en la obediencia del corazón a la ley moral de Dios: los Diez Mandamientos (Éxodo 20:3-17). Los primeros cuatro mandamientos tratan de la relación del hombre con Dios y los últimos seis tratan de la relación del hombre con su prójimo (Marcos 12:30-31).
En el Sermón del monte, Jesús enseñó que las acciones o las obras exteriores del hombre deben estar motivadas por un amor divino interior (Mateo 5:17-22). La gente pensaba que podían salvarse mediante la obediencia externa a la ley, pero Cristo enseñó que la obediencia debe provenir del corazón. Él se enfocaba en “lo más importante de la ley” que es la justicia, la misericordia y la fe.
El servicio y la obediencia “bajo el régimen viejo de la letra” solo pueden conducir al pecado y a la muerte (Romanos 7:6). La vida inconversa tiene como objetivo principal la satisfacción de los apetitos de la carne, pero la vida “según el Espíritu” es lo opuesto a eso (Romanos 8:9).
La gracia de Dios renueva el corazón
El evangelio de Cristo enseña sobre la gracia de Dios que permite que las personas puedan ofrecer obediencia espiritual a Dios con corazones puros y sin mancha (Hechos 15:11). Ser convertido por el Espíritu Santo significa que la persona experimenta la creación de un corazón santificado y la renovación de un espíritu recto (Salmos 51:10). Por lo tanto, el creyente ya no obedece a Dios por un sentido de servidumbre legal y temor, sino que lo obedece con un nuevo espíritu de libertad movido por el amor (Juan 4:23).
En Su servicio,
BibleAsk Team