Jesús llamó a su madre, María, Mujer. En el Oriente, cuando una persona llamaba “mujer” a su madre, era una forma habitual, digna y respetuosa de dirigirse (19:26). Jesús no fue irrespetuoso con su madre. El que había mandado a los hombres a honrar a sus padres (Ex. 20:12) era él mismo un ejemplo vivo del principio. Durante 30 años había sido un hijo amoroso, obediente y atento (Lucas 2:51, 52). A lo largo de su vida privada en Nazaret, Jesús había honrado la autoridad de su madre; de hecho, Él siempre permaneció como un hijo obediente en la esfera donde esa relación prevalecía apropiadamente (Juan 19:26, 27).
La expresión “¿Qué tienes conmigo, mujer? implica que María ha sobrepasado los límites de lo que propiamente le concierne (Jueces 11:12; 2 Sam. 16:10; 1 Reyes 17:18; 2 Reyes 3:13; 2 Cron. 35:21; Mateo 8:29; Marcos 1:24; Lucas 8:28; etc.).
Además, María no entendió la respuesta de Jesús como una negativa. Y esto es evidente en su instrucción a los sirvientes, “Haced todo lo que os dijere” (Juan 2:5). Ella estaba satisfecha de que Jesús supliría la necesidad en su propio tiempo y manera. Jesús a lo largo de Su crianza privada, honró a Su madre. Pero ahora Él ya no era un individuo privado, y María no apreció completamente los límites que esto ponía en su autoridad sobre Jesús.
María podría haber sentido, hasta cierto punto, que lo dirigía en Su misión (Mateo 12:46–50). Pero Jesús, en estas palabras claras pero corteses, trató de aclararle la distinción entre su relación con ella como Hijo del hombre y como Hijo de Dios. Su amor por ella no cambió, pero ahora debía trabajar día tras día bajo la dirección de su Padre celestial (Lucas 2:49).
María aparentemente esperaba que Jesús, en esta ocasión, se proclamara Mesías (Juan 7:6, 8, 30; 8:20; etc.), pero el tiempo para tal anuncio no había llegado (Marcos 1:25). Había un tiempo señalado para cada evento en Su vida (Lucas 2:49). No fue sino hasta el final de su ministerio que Jesús afirmó públicamente ser el Mesías (Mateo 21:1, 2), y debido a esta afirmación fue crucificado (Mateo 26:63–65; Lucas 23:2; Juan 19). :7; Mateo 27:63–66). No fue sino hasta la noche de la traición que Jesús dijo: “Mi tiempo está cerca” (Mateo 26:18; Juan 12:23; 13:1; 17:1).
En Su servicio,
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