¿Cuál es la diferencia entre los dones y los frutos del Espíritu Santo?

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Pregunta: ¿Hay alguna diferencia entre los dones del Espíritu y los frutos del Espíritu?

Respuesta: Las escrituras en Romanos 12:6-8, 1 Corintios 12:4-11 y 1 Pedro 4:10-11 hablan de los dones del Espíritu. Estos son los dones de profecía, sabiduría, conocimiento, fe, sanidades, gracia, poderes milagrosos, distinción de espíritus, hablar en lenguas e interpretación de lenguas. Estos regalos se dieron “para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (1 Corintios 12:25) “para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo” (1 Pedro 4:11).

Cabe señalar que los dones del Espíritu no son necesariamente dones milagrosos del Espíritu. A lo largo de la Biblia, Dios usó los poderes milagrosos del Espíritu Santo para lograr sus propósitos. En 1 Corintios 12-14, Pablo dio instrucciones que ayudarían a los cristianos a utilizar los poderes milagrosos del Espíritu Santo de acuerdo con la voluntad de Dios y sus planes. Pero estos poderes milagrosos no eran una indicación del estado espiritual de la persona empoderada por el Espíritu Santo. De hecho, algunas personas malvadas también fueron empoderadas con tales habilidades, como en el caso del rey Saúl, sus capitanes (1 Samuel 19:20-24) y Caifás (Juan 11:46-57).

En cuanto a los frutos del Espíritu, estos son: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22). De este versículo entendemos que el verdadero fruto del Espíritu, que indica que el Espíritu Santo vive en una persona y que muestra que esa persona es salva, comienza con el amor.

Pablo muestra en 1 Corintios 13 la clara diferencia entre los poderes milagrosos otorgados por el Espíritu Santo y los frutos del Espíritu. Él explica que los poderes milagrosos dados por el Espíritu Santo no prueban la salvación de nadie. De hecho, si esos poderes están siendo usados por una persona que no tiene amor en su corazón, entonces esa persona está perdida.

Pablo escribió, “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:1-2). Por lo tanto, es posible que una persona tenga el poder milagroso del Espíritu Santo y, sin embargo, no tenga al Espíritu Santo morando dentro de él.

En Su servicio,
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