“En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:2).
El árbol de la vida estaba originalmente situado en el Jardín del Edén (Génesis 2:9). Al comer del árbol de la vida, nuestros padres originales iban a tener la oportunidad de expresar su fe en Dios como Aquel que provee y sustenta la vida. Con este fin, Dios otorgó al árbol un poder sobrenatural. La declaración de que el comer del fruto de este árbol le permitiría al hombre “vivir para siempre” (Génesis 3:22) muestra que el valor de este árbol era completamente diferente al de los otros árboles del jardín.
Su fruto era una cura para la muerte y la gente continuaría viviendo mientras comieran de él. Los doce frutos muestran que habrá una abundancia constante, suficiente para suplir todas las necesidades de los redimidos por toda la eternidad y dará fruto cada mes, dando una variedad de sabores para que lo disfrute el pueblo de Dios. En Ezequiel 47:12, hay un cumplimiento secundario del árbol de la vida: “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina”. Esto también muestra el carácter amoroso de Dios en el sentido de que proporciona buenos dones en variedad a su pueblo (Lucas 6:44-45).
La curación de las hojas del árbol de la vida es para la “sanidad de las naciones”. No es para curar enfermedades o reparar la salud física, ya que no habrá enfermedad en el cielo. Pero estas hojas serán para conservar y continuar la salud del pueblo de Dios así como el árbol de la vida en el jardín del Edén lo fue para la conservación de la salud y vida de nuestros primeros padres, si hubieran continuado en estado de inocencia. La Biblia dice en Apocalipsis 7:9, 16: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos… Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno.” Esto pinta una imagen de que quizás cuando el pueblo de Dios se reúne bajo la sombra de estas hojas del árbol de la vida, las hojas les brindan una sombra que simboliza que no sufrirán más bajo la opresión de este mundo, sino que podrán descansar en la paz de Dios, juntos como su pueblo.
En Su servicio,
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