Cumplida en nosotros
El apóstol Pablo escribió: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:3-4).
Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado para que los hombres pudieran obedecer plenamente los justos requisitos de su santa ley. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
El propósito del plan de salvación es alinear la vida de los humanos con la voluntad de Dios. Dios no dio a su Hijo para cambiar o abolir su ley, o para liberar a los hombres de la necesidad de la perfecta obediencia. Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17,18).
Los humanos son incapaces de obedecer por su propio poder
La ley siempre ha declarado la voluntad y la naturaleza inmutables de Dios. Pero los seres humanos no han podido obedecer sus requisitos y la ley no ha tenido el poder de fortalecerlos para que obedezcan. “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:18-20).
Dios da la victoria
Pero ahora Cristo ha venido para permitir que los hombres obedezcan a Dios. Jesús honró la ley de Dios en el evangelio y el plan de salvación. Por tanto, Pablo escribió: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Romanos 3:31).
Jesús vino a esta tierra para magnificar la ley (Isaías 42:21) y para ilustrar con Su vida de perfecta obediencia que el creyente puede, a través de la gracia habilitadora de Dios, obedecer Su ley. El plan de justificación por la fe muestra el punto de vista de Dios sobre Su ley al exigir y proporcionar el sacrificio expiatorio. Si la justificación por la fe anula la ley, entonces no hay necesidad de que el sacrificio de la muerte de Cristo libere al pecador de sus pecados y, por lo tanto, lo restaure a la paz con Dios.
Dios pide la perfección de sus hijos. Él dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). La vida perfecta de Cristo en Su humanidad es la garantía de Dios para nosotros de que a través de Su poder, nosotros también podemos tener la perfección de carácter. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
En Su servicio,
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